Observar la naturaleza: para aprender a aceptar. Hace más de dos mil años, los estoicos recuperaban la calma y el sueño con este ejercicio de meditación.
Cuando cometemos el error de rumiar sobre los problemas, terminamos magnificándolos y perdiendo el sueño. Observar la naturaleza y las dinámicas que la gobiernan nos hace comprender la dimensión real de lo que nos atormenta. Esto nos tranquiliza ya que nos hace dar cuenta de que muchas de las cosas por las que nos agitamos o desesperamos no dependen en absoluto de nosotros. Lo único que podemos hacer es aceptar. Así nace la calma.

Si estás leyendo este texto, es probable que hayas escuchado al menos una vez la expresión «ser estoico» frente a los problemas. Pero, ¿qué significa tener una actitud estoica?
Para explicarlo de manera práctica, citaré uno de los consejos que el WWF da para manejar mejor un encuentro cercano con un oso:
«Si te encuentras repentinamente con un oso a corta distancia, mantén la calma y no grites. Si el oso permanece quieto, aléjate con calma retrocediendo y moviéndote lentamente. Si el oso te sigue, detente y mantén la posición. No lances piedras ni palos contra el animal, no huyas corriendo ni te subas a un árbol».
Naturalmente, este consejo no es garantía de salvación, pero dice claramente que, si ya nos encontramos cerca de un oso, lo único posible es mantener la calma, porque un hombre desarmado frente a un depredador formidable está completamente indefenso. Intentar escapar sería inútil porque el oso, además de trepar mucho mejor que nosotros, es rápido como un caballo. Aún más inútil sería enfrentar al animal en un combate cuerpo a cuerpo.
Ahora bien, aunque a muchos de nosotros nunca nos ha pasado de encontrarnos con un oso, seguramente habrá ocurrido perder la calma por problemas relacionados con nuestra vida cotidiana: problemas laborales, familiares, sentimentales o económicos. Cuestiones que minan nuestra calma, nos privan de la tranquilidad. Focalizamos toda nuestra atención en el problema que nos atormenta y terminamos perdiendo el sueño.
¿Cómo recuperar la calma y volver a dormir por la noche?
Los estoicos tenían una solución: la reflexión sobre la naturaleza.
Se trata de un ejercicio meditativo que nos enseña a adoptar una perspectiva mucho más amplia respecto a nuestros problemas, de modo que se reduzca el impacto emocional que estos tienen sobre nosotros. En otras palabras, se nos da la posibilidad de «ver los problemas desde arriba», para hacerlos parecer mucho más pequeños de lo que aparecen a nuestros ojos.
No hay que ilusionarse con que este ejercicio resolverá mágicamente los problemas, pero sin duda nos ayudará a no agravar aún más las situaciones desagradables en las que nos encontramos. Nos ayudará a no dejarnos llevar por el pánico y la desesperación.
Como hemos visto en el ejemplo del oso, a veces nos encontramos indefensos frente a los eventos y la única manera de salir adelante es mantener la calma. Y la calma es amiga del sueño.
¿De qué manera los estoicos reflexionaban sobre la naturaleza?

A esta pregunta, el emperador-filósofo Marco Aurelio, uno de los máximos representantes del estoicismo, habría respondido con estas palabras:
«Puedes eliminar muchas cosas superfluas entre aquellas que te perturban, en cuanto residen completamente en tu opinión: y te ganarás inmediatamente un amplio espacio. Abraza con el pensamiento el universo entero, comprende en la mente la eternidad infinita y considera la rápida transformación de las partes de cada cosa: cómo es breve el tiempo que transcurre desde el nacimiento hasta la disolución, inmenso el que precede al nacimiento e igualmente infinito el que sigue a la disolución».
De las palabras de Marco Aurelio, se nota cómo él relaciona sus problemas y la duración de su propia vida con la dimensión y la duración de la naturaleza y del universo.
Adoptando una perspectiva tan amplia, nosotros y todo lo que nos sucede dejamos de ser el centro del mundo y nos convertimos de repente en pequeños puntos en el infinito, cuya existencia dura un instante.
Y es en este sentido que Marco Aurelio define nuestros problemas como «superfluos», no porque no los juzgue importantes, sino porque los ve como eventos causados por todo lo que nos rodea y sobre lo que nosotros, siendo pequeños, no podemos ejercer ninguna influencia. Por lo tanto, es «superfluo» desesperar por lo que en el fondo no depende de nosotros, sería como enfadarse por el hecho de que el sol salga y se ponga una vez al día.
Mientras imaginemos nuestras existencias separadas de lo que nos rodea, todos nuestros eventos negativos parecerán bromas mezquinas del destino que se abaten justo sobre nosotros. Y sufriremos.
Si en cambio, como hacían los estoicos, reconocemos el hecho de que nosotros somos parte de un organismo mucho más grande que es la naturaleza y el universo, entonces dejaremos de culparnos a nosotros mismos por eventos que nos suceden y sobre los que no tenemos poder. Nosotros somos parte de dinámicas más grandes de las que no nos damos cuenta.
A este respecto, el astrofísico estadounidense Carl Sagan dijo que nosotros somos «polvo de estrellas», porque estamos hechos de los mismos elementos que componen las estrellas, los planetas y todo lo que existe en la naturaleza. Hablamos de hidrógeno, carbono, oxígeno, nitrógeno, hierro, calcio, potasio, fósforo. Los átomos de estas sustancias llegaron a la Tierra a través de la explosión de estrellas muertas, que propagaron estos elementos por todo el universo formando nuevos planetas y nuevas estrellas. Esta fue la primera de una larga serie de causas que llevó a lo que somos hoy.
Y el famoso ciclo biogeoquímico con sus cuatro fases (absorción, transformación, transferencia y descomposición) es la forma en que la naturaleza hace circular al infinito estos elementos cósmicos a través de todo lo que existe.
Vivimos nuestras vidas rodeados de una miríada de relaciones de causa y efecto. A nosotros nos corresponde la tarea de observarlas con calma para ver que los eventos están conectados entre sí.
Los estoicos describían este estado de cosas con el término griego Himarmene que significa destino, entendido como «la serie inviolable de las causas» y a la que todo está sometido. Con esta conciencia podemos recuperar la calma. Marco Aurelio describía este concepto así:
«O la mordaza del destino es un ordenamiento inviolable, o una providencia misericordiosa, o la confusión de una casualidad sin gobierno. Ahora, si hay necesidad inviolable, ¿por qué te opones? Si en cambio hay una providencia que acoge las súplicas, hazte digno de la ayuda que viene de la divinidad. Si en cambio hay confusión anárquica, alégrate de que en un vórtice similar puedas tener en ti un intelecto que te guía».
La meditación estoica y el uso de un terrario.

La meditación estoica considera al mundo como un ser perfecto, en el sentido de que no le falta nada, ya que todos los seres están conectados entre sí a través de una relación de «sympathía» [del griego “pathos” (sentimiento) + “syn” (juntos)]. Después de todo, el cambio climático nos ha enseñado que, si las dinámicas naturales cambian, nosotros cambiamos con ella.
Hacer como si nuestras dinámicas personales no fueran la causa de algo que sucedió antes de nosotros, que está fuera de nosotros o inmensamente más grande que nosotros, significa perder la calma por cada pequeña cosa que nos sucede. Por esta razón, los estoicos observaban la naturaleza o se dedicaban al cultivo de plantas, que son el ejemplo más grande y poderoso de todo lo dicho hasta ahora.
Para realizar el ejercicio meditativo de la reflexión sobre la naturaleza, siguiendo el ejemplo estoico, se utilizará un terrario que reproducirá en su interior un ecosistema vegetal, de modo que se pueda observar en su totalidad.