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La Dichotomía del Control: El ejercicio con el que los estoicos griegos y romanos combatían el estrés hace más de 2000 años

Siempre hemos tendido a luchar contra lo que está fuera de nuestro alcance. Nos atormenta el pasado, nos inquieta el futuro y la imprevisibilidad de los eventos sacude nuestra serenidad. Por ello, aprendamos a concentrarnos en lo que depende de nosotros, aceptemos lo que no podemos cambiar, porque poco depende realmente de nosotros. La Dicotomía del Control nos ayuda a lograrlo, haciendo imperturbable nuestra serenidad y reconciliándonos con nosotros mismos. «Me preguntas qué progreso he hecho? Me he hecho amigo de mí mismo.» (Séneca).

La Dichotomía del Control

A todos nos ha pasado subir al coche para ir al trabajo y darnos cuenta de que, justo en ese momento, la radio ponía una de nuestras canciones favoritas. Bonito. Lástima que, después de dos minutos, una interferencia ponga fin a ese momento agradable con un molesto ruido. ¿Cuántas veces los «ruidos de la vida» interrumpen bruscamente o arruinan nuestros mejores momentos? Desde las relaciones, hasta los proyectos laborales y en cualquier otro aspecto de nuestra existencia. 

Todos querríamos «escuchar nuestra canción» de principio a fin, sin que nada ni nadie interfiera con nuestra armonía. Sin embargo, cuanto más lo deseamos, más nos damos cuenta de que no es posible. Somos demasiado pequeños en comparación con el mundo en el que vivimos y muy pocas son las cosas que podemos controlar fuera de nosotros. 

Ante esta situación, solo tenemos dos opciones: tratar de oponernos a la inexorabilidad de los eventos, condenándonos a la frustración y al sentimiento de impotencia, o podemos dedicar nuestros esfuerzos a cambiar nosotros mismos, nuestros deseos y el efecto que las adversidades tienen sobre nosotros; de modo que nos volvamos imperturbables ante los eventos. Este era el objetivo de los estoicos, que se dirigían a sí mismos las siguientes palabras: 

«Concédeme el valor de aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor de cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para comprender la diferencia». 

Séneca nos pedía que pensáramos en nuestra situación imaginando un perro atado a un carro con una correa. Antes de que el carro arranque, el perro tiene la oportunidad de jugar con los transeúntes y, si quiere, de echarse una siesta; pero una vez que el carro arranca, el perro solo tendrá dos opciones: oponerse e intentar tirar con toda su fuerza en sentido contrario (con el riesgo de herirse), o puede decidir seguir dócilmente el carro, disfrutando del viaje y esperando a ver a dónde lo llevará. 

¿Cómo podemos alcanzar esta lucidez ante los eventos y mantenerla cuando se abaten sobre nosotros? Practicando un ejercicio que los estoicos llamaban «Dicotomía del Control».

¿Qué es la Dicotomía del Control?

La Dichotomía del Control

Es un ejercicio que sirve para hacernos tomar conciencia de que solo podemos ejercer el control sobre nuestros pensamientos, mientras que el pasado y el futuro, junto con todos los eventos externos, no dependen de nuestra voluntad. Aunque no podamos hacer nada para influir en su desarrollo, a través del control sobre nuestros pensamientos podemos anular o reducir al máximo el impacto que los factores externos tienen sobre nosotros. 

Los estoicos partían de la convicción de que lo que nos perturba no son los eventos en sí, sino las opiniones que desarrollamos sobre ellos, que la mayoría de las veces son erróneas. En el estoicismo, este fenómeno se explicaba con un ejemplo: cuando sumergimos un palo en el agua, el palo nos parece inmediatamente torcido. 

Ninguno de nosotros se preocuparía, porque sabemos que lo que vemos es un efecto óptico y no el estado real del palo. Lo que nos ha permitido llegar a la conclusión correcta no es lo que hemos percibido (porque el palo parecía torcido) sino la opinión que hemos elaborado en nuestra mente que es contraria a lo que hemos visto. Lo mismo deberíamos hacer ante una decepción amorosa, laboral y todas las demás situaciones desagradables en las que podamos encontrarnos durante el camino, recordando que no son ellas las que nos hacen sufrir sino las opiniones que tenemos de ellas. 

Ahora, cuando se está en medio de los sentimientos, tener el control sobre los propios pensamientos puede resultar difícil pero es absolutamente posible. Los estoicos lo sabían y por esta razón crearon el ejercicio de la Dicotomía del Control, que incluye un aspecto meditativo, del que ya se ha hablado, y uno sensorial. 

¿En qué consiste el ejercicio sensorial en la Dicotomía del Control?

El ejercicio sensorial consiste en la creación de pigmentos naturales obtenidos de la molienda de ingredientes vegetales en un mortero. Los colores utilizados son cuatro (Rojo, Amarillo, Verde y Azul) y cada uno simboliza una de las cuatro virtudes estoicas, es decir, el valor, la sabiduría, la justicia y la templanza.

  • El rojo simboliza el valor, en griego «Andréia» 
  • El amarillo representa la sabiduría, en griego «Phronesis» 
  • El verde indica la justicia, en griego «Dike» 
  • El azul es sinónimo de templanza, en griego «Sophrosyune» 

La experiencia nos ayuda a sentir en nuestra piel y a ver con nuestros propios ojos lo explicado hasta ahora. Cada una de las personas que participan en este ejercicio obtendrá el color requerido siguiendo las instrucciones dadas y utilizando las mismas herramientas, pero ninguno de ellos obtendrá el mismo resultado porque una miríada de variables pueden ocurrir en un ejercicio aparentemente simple. 

Esforzarse en transformar elementos naturales está en nuestro poder, el resultado no; porque la naturaleza, aunque esté dentro de un mortero y en forma de ingredientes vegetales, no pierde la oportunidad de revelarnos su imprevisibilidad. Y esto se hace aún más evidente cuando, obtenidos los colores, se procede a pintar las palabras clave de la filosofía estoica utilizando pinceles obtenidos en el lugar ensamblando telas de fibra vegetal. 

La metáfora del arquero.

La Dichotomía del Control

La escritura de la palabra revelará detalles y matices que describirán exactamente la dicotomía del control que compone cada uno de nuestros actos y revelará de manera concreta un concepto fundamental de la meditación estoica: todo en este mundo es material, incluso nuestras virtudes, nuestros vicios y pasiones, y nos corresponde la tarea de moldearlos para alcanzar una serenidad imperturbable ante los eventos de la vida. Este ejercicio sensorial es una demostración plástica de una metáfora a la que los estoicos recurrían para lo dicho: La metáfora del arquero. 

Un arquero que quiera dar en el blanco sabe muy bien que tendrá que elegir un arco bien hecho, manejarlo con una técnica a la altura de su instrumento y elegir la flecha adecuada a la distancia del tiro. Una vez que se ha ocupado de todos estos aspectos, el arquero sabe que ha hecho todo lo que estaba en su poder para completar su tarea. Si después de disparar la flecha, una ráfaga de viento desviara su tiro, él no sufrirá, porque no tiene sentido enfadarse por lo que es inevitable.